miércoles, noviembre 30, 2005

ROSTROS, SONRISAS Y SLOGANS

Por donde quiera que caminemos, estemos o paseemos, en nuestra alborotada geografía, nos toparemos, día a día, con afiches, carteles, gigantografías u otros objetos de algún candidato a Diputado, Senador o Presidente de la República.
Cada comando trata de ganar la mejor ubicación para que el candidato de su devoción tenga la mayor exposición posible. No importando si se obstaculiza la visión de las señales del tránsito, un semáforo o el cruce de la calle. Lo único que les importa es que se luzca la cara del candidato. Las fotografías, por que eso son, sean del tamaño que sean y del material en que estén impresas, nos muestran rostros que generalmente esbozan una sonrisa, en algunos casos tan forzada que de sólo verlas, nos damos cuentas que ese candidato no cumplirá absolutamente nada de lo que pregona. Cada rostro representado en esa publicidad nos indica algo, ya sea empatía o rechazo. Existen rostros con sonrisas burlonas, unas que indican algún grado se apatía y otros, la mayoría, que trata de poner la mejor sonrisa para captar electores pero no la logran esbozar siquiera. Son rostros tan acostumbrados a prometer lo que no pueden cumplir que hasta las sonrisas les resultan falsas. Tan falsas como los slogans de campaña. Muchos de los cuales no han inventado ni impuesto ellos.
Son los creativos comunicacionales que inventan las frases, algunas para el bronce.
Para muestra sólo un botón: “Por que ya la conocemos”, es el slogan de alguien que postula a la Cámara baja y que se encuentra cuestionada por platas no aclaradas de su gestión anterior. “Por que te defiendo siempre”, reza otro slogan de alguien que en su momento se a negado, reiteradamente, a escuchar a personas que no piensan como él. “Por que soy de esta ciudad” (parafraseando) y si le preguntamos a ese candidato dónde queda tal o cual calle o lugar de la ciudad por la cual postula, no tiene idea, vive a 120 kilómetros de distancia. Y así suma y sigue. Los ejemplos son muchos. Por ahora quedaré hasta aquí, pensando en lo que siempre decía mi abuelita: “uno conoce rostros, sonrisas y slogans, pero nunca corazones”.