CUANDO LLUEVE, TODOS SE MOJAN
Un antiguo adagio señala que “cuando llueve, todos se mojan”, habría que señalar que en Chile “cuando llueve en la zona central, todos se inundan”.
Y es lo que a ocurrido, una vez más, en nuestro país.
Y es lo que a ocurrido, una vez más, en nuestro país.
Cada vez que la lluvia arrecia, los problemas comienzan.
¿Pero qué pasa cuando llueve más de la cuenta?
Lo que ocurre cada año, o sea, lo mismo.
Muchos damnificados. Autoridades que visitan en terreno a los damnificados, como si con su sola presencia los problemas se les solucionarán, voluntarios de cuanta institución existe ayudando a sacar el lodo y el agua de las poblaciones que están ubicadas en las márgenes del río, sea cuál sea éste. La televisión con transmisiones maratónicas mostrando “en el lugar de los hechos” a hombres y mujeres que sollozan al hablar contando lo pobres que son y que no tienen ni una plancha de zing para poner en el techo ni un abrigo para arroparse el pecho.
Cada canal de televisión trata de partir con la campaña de turno, “Chile ayuda a Chile” o como quiera que la bauticen, cuanto antes. Quién pega primero, pega dos veces, en cuanto a raiting, claro está.
Las imágenes muestran los ríos de aguas que con fuerza descienden por donde horas atrás circulaban lujosos automóviles. Los niños tratan de aparecer por única vez en su vida en cámara y luego que se ven en los monitores que se instalan frente al periodista que está despachando, se abrazan y hacen señas a quien los esté mirando. En medio de la desgracia también hay tiempo para la risa.
Lo más arriba escrito ha sucedido innumerables veces en nuestro país. Podría ser el relato de lo ocurrido durante el temporal del año 1984 o del 91 ó del 97, pero es lo que está pasando en este mes de agosto de 2005. La modernidad está presente en cada lugar que se precie, cuando no llueve y hay sol, pero ahora la realidad es otra. La imprevisión, la desidia y lo subdesarrollado que somos está a la vista.
Un temporal que se anuncia con bombos y platillos hace una semana, ahora casi no falla el pronóstico, no es motivo para asegurar los techos, tapiar ventanas y asegurar el parrón para que no se caiga por efecto del viento. Nuestra forma de ser es así y lo seguirá siendo. La mayor parte de los habitantes de esta larga y angosta faja de tierra no se preocupan a priori. Las quejas, las preocupaciones y los mea culpa, llegan después de ocurridos los hechos, no sólo los temporales.
La ayuda llegará, en primera instancia se repartirá, por supuesto, no a todos alcanzará . Muchos se quejarán con respecto a las preferencias. Pero todo seguirá igual.
Las familias que se erradican del margen del río, volverán a él en cuanto la tierra se seque y el sol alumbre con más intensidad, es su lugar de siempre dirán. El próximo año pasará lo mismo.
Pero en medio del caos que ha dejado la lluvia nadie repara que en Chile Central se ha construido más de la cuenta, se ha elevado las casas a los cerros de Santiago talando cuanto árbol estaba en el camino para construir el condominio. La deforestación alcanza índices alarmantes. ¿Pero quién se preocupa de eso?
Ninguna autoridad ha recordado que con más árboles en los cerros habrá menor erosión, mayor contención del lodo y más seguridad en la parte baja.
Pero estamos en Chile, dirán muchos. Por lo que las lecciones que deja este temporal durarán lo que dura la evaporación. Todo seguirá igual.
Lo que vimos esta semana, lo volveremos a ver, leer y escuchar el próximo año o el próximo temporal.
¿Pero qué pasa cuando llueve más de la cuenta?
Lo que ocurre cada año, o sea, lo mismo.
Muchos damnificados. Autoridades que visitan en terreno a los damnificados, como si con su sola presencia los problemas se les solucionarán, voluntarios de cuanta institución existe ayudando a sacar el lodo y el agua de las poblaciones que están ubicadas en las márgenes del río, sea cuál sea éste. La televisión con transmisiones maratónicas mostrando “en el lugar de los hechos” a hombres y mujeres que sollozan al hablar contando lo pobres que son y que no tienen ni una plancha de zing para poner en el techo ni un abrigo para arroparse el pecho.
Cada canal de televisión trata de partir con la campaña de turno, “Chile ayuda a Chile” o como quiera que la bauticen, cuanto antes. Quién pega primero, pega dos veces, en cuanto a raiting, claro está.
Las imágenes muestran los ríos de aguas que con fuerza descienden por donde horas atrás circulaban lujosos automóviles. Los niños tratan de aparecer por única vez en su vida en cámara y luego que se ven en los monitores que se instalan frente al periodista que está despachando, se abrazan y hacen señas a quien los esté mirando. En medio de la desgracia también hay tiempo para la risa.
Lo más arriba escrito ha sucedido innumerables veces en nuestro país. Podría ser el relato de lo ocurrido durante el temporal del año 1984 o del 91 ó del 97, pero es lo que está pasando en este mes de agosto de 2005. La modernidad está presente en cada lugar que se precie, cuando no llueve y hay sol, pero ahora la realidad es otra. La imprevisión, la desidia y lo subdesarrollado que somos está a la vista.
Un temporal que se anuncia con bombos y platillos hace una semana, ahora casi no falla el pronóstico, no es motivo para asegurar los techos, tapiar ventanas y asegurar el parrón para que no se caiga por efecto del viento. Nuestra forma de ser es así y lo seguirá siendo. La mayor parte de los habitantes de esta larga y angosta faja de tierra no se preocupan a priori. Las quejas, las preocupaciones y los mea culpa, llegan después de ocurridos los hechos, no sólo los temporales.
La ayuda llegará, en primera instancia se repartirá, por supuesto, no a todos alcanzará . Muchos se quejarán con respecto a las preferencias. Pero todo seguirá igual.
Las familias que se erradican del margen del río, volverán a él en cuanto la tierra se seque y el sol alumbre con más intensidad, es su lugar de siempre dirán. El próximo año pasará lo mismo.
Pero en medio del caos que ha dejado la lluvia nadie repara que en Chile Central se ha construido más de la cuenta, se ha elevado las casas a los cerros de Santiago talando cuanto árbol estaba en el camino para construir el condominio. La deforestación alcanza índices alarmantes. ¿Pero quién se preocupa de eso?
Ninguna autoridad ha recordado que con más árboles en los cerros habrá menor erosión, mayor contención del lodo y más seguridad en la parte baja.
Pero estamos en Chile, dirán muchos. Por lo que las lecciones que deja este temporal durarán lo que dura la evaporación. Todo seguirá igual.
Lo que vimos esta semana, lo volveremos a ver, leer y escuchar el próximo año o el próximo temporal.