INSCRIBIRSE O NO INSCRIBIRSE. ESA ES LA CUESTIÓN
Periódicamente las autoridades de Gobierno hacen denodados esfuerzos para que los jóvenes que aún no se han inscrito en los Registros Electorales procedan a realizar el trámite e incorporarse a lo que podría llamarse “el hombre cívico”, que no es otra cosa que tener la posibilidad de marcar una preferencia, cuando corresponda, para elegir una autoridad, llámese esta, Presidente de la República, Senador, Diputado, etc. Si a ese importante número de jóvenes no inscritos, le sumamos otro grupo, no menos importante, de hombres y mujeres que se han resistido a inscribirse desde la reapertura de los registros antes del plebiscito de 1988, la cantidad de personas que están al margen de la elección de autoridades es muy importante para cualquier candidato o partido político. Desde todo punto de vista la cantidad de no inscritos, teniendo los requisitos para hacerlo, podrían cambiar drásticamente el mapa político electoral de nuestro país, bastaría que sólo se organizaran y podrían elegir representantes de sus propias filas en caso de formar un partido.
¿Por qué se da esta paradoja?
Las razones pueden ser muchas y atendibles, pero lo fundamental es que los no inscritos y un gran número de inscritos, por no decir la mayoría, que podría ser absoluta, están hastiados de lo que ocurre en la política chilena, donde el nepotismo, los cargos a dedo y los arreglos entre cuatro paredes son el pan de cada día, sin tomar en cuenta la opinión de quienes, con su voto, permitieron que muchos estén usufructuando de cargos para los cuales no tienen la más mínima capacidad ni preparación.
¿Cuántos personajes de la política chilena terminaron su educación media con cuñas?
Por supuesto que no son todos, pero algunos sólo conocen los proyectos que se votarán en la Sala por medio de resúmenes que elaboran sus asesores. Los cuales pueden tener preparación pero en áreas muy disímiles. Tal es el caso de un asesor legislativo el que su preparación profesión de origen no es el Derecho.
Los ejemplos se pueden multiplicar. Dónde quiera que se vaya o comente el tema habrá un ejemplo esperando.
Por esto es que los jóvenes de hoy no quieren inscribirse en los registros electorales. Por esto y por mucho más. Pero a los políticos de profesión parecería no importarles, aunque en sus discursos públicos señalen, una y otra vez, que cumplan con “su deber cívico”, ya que en sus discursos privados saben que de estar inscritos todos los que deberían, tal vez elos jamás habrían ocupado un cargo público.